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Antonio Fernández Díaz ("Fosforito")


Antonio Fernández Díaz ("Fosforito")




Antonio Fernández Díaz ("Fosforito") nació en Puente Genil (Córdoba), el 3 de agosto de 1932. Desde muy pequeño se busca la vida por las tabernas de su pueblo. Cantaba. Le daban unas perras gordas. Más adelante, con diez u once años, se escapa a los pueblos cercanos a ofrecer su cante allí donde podía coger alguna pesetilla.
La vida en el seno de su familia no ofrecía otra alternativa.
En su casa no cabían, eran los padres del joven cantaor y ocho hijos, además era una casa de vecinos; de cuarenta vecinos. Antonio había veces que no dormía en su casa, dormía en los dobles fondos de los carros o en cualquier portal. 


Con apenas seis años hace su primera incursión en el cante, y tras este arranque afortunado, inicia sus primeros pasos artísticos, asistiendo unas veces como oyente de los grandes maestros, a quien admira e imita en estos prolegómenos, y otras como ejecutante ya, en ferias y reuniones. Así empieza su periplo por tierras de Andalucía, que más tarde, extiende a toda España y posteriormente a Oriente, Africa y América y otros lugares del mundo, surgiendo la gran figura que hoy representa Antonio Fernández Díaz "Fosforito" en el mundo del arte flamenco.

Fosforito logró alzarse en 1956 con todos los primeros premios (premio absoluto) del I Concurso Nacional de Cante Jondo celebrado en Córdoba, asistió como cantaor a la Feria Mundial de Nueva York formando parte del espectáculo encabezado por Manuela Vargas, viajó durante varios meses por todo el Oriente próximo y en 1964 contrajo matrimonio en Málaga con Maribel Barrientos Rojo, siendo apadrinados por Edgar Neville y Rocío Durcal. Completan su familia a día de hoy sus cuatro hijos, y cuatro nietos.

Fosforito ha participado en la casi totalidad de los festivales veraniegos que se celebran en España, junto a las más importantes figuras del cante, del baile y del toque de guitarra y ha participado en distintas compañías con la que ha recorrido los cinco contienentes.

Durante el cumplimiento del servicio militar en Cádiz, en el año 1954, se le practicó una operación de estómago. Coincidió la intervención con sus últimos días de "mili", de forma que a los tres días de operado lo licenciaron, sin dar tiempo a que la herida cicatrizara. Estando en estas condiciones físicas y teniendo que buscarse la vida para poder subsistir buscó trabajo en un cabaret gaditano que se llamaba Pay Pay. Su delicada situación física y el esfuerzo diario de sus actuaciones motivaron que se abrieran los puntos de la operación, hecho éste que le impidió continuar con su trabajo y le obligó a curar en unas condiciones tan precarias que le condujo a una situación de anemia importante. No podía cantar, se quedó mudo. Estuvo un año mudo, lo que le obligó a refugiarse en su pueblo, al abrigo de los pocos medios que podían ofrecerle su familia, al carecer de las mínimas condiciones para vivir del cante. Malos momentos para Antonio del Genil. En estas circunstancias tan duras para el cantaor el Ayuntamiento de Puente Genil acuerda comprar una guitarra, que costó dos mil pesetas, y se la entrega a Antonio con el compromiso por parte de éste de que recibiera lecciones de un guitarrista del pueblo; y así, aprendiendo las primeras postura del toque, fue tarareando y se fue encontrando poco a poco a sí mismo como cantaor. 

Nos cuenta Antonio Fernández en su biografía: "Y no es que tuviera mi voz en plenitud de facultades. Pero a esto llega la primavera del 56, que es cuando en todos los periódicos de España, especialmente en Andalucía, aparece la noticia del concurso de Córdoba, organizado a imagen y semejanza de aquel de Granada...". Más de cien concursantes llegan a Córdoba desde todos los puntos españoles con afición flamenca, resultando ganador absoluto Antonio Fernández Díaz, hasta entonces Antonio del Genil y desde ese momento "Fosforito", ya que fue en el curso de este concurso donde tomó este sobrenombre el cantaor cordobés. 

A partir del concurso de Córdoba "Fosforito" desarrolló una extraordinaria carrera artística, llena éxitos y amparada por el reconocimiento de aficionados, críticos y los más prestigiosos entendidos en el difícil arte del flamenco. Reciente el concurso y agrupando a los cantaores que habían obtenido el segundo premio "Fosforito" monta el espectáculo que se llamó "Festival del Cante Grande". A partir de aquí su vida artística ha sido rica en acontecimientos, triunfos, premios y el reconocimiento y respeto de todo aquel que se acerca a su arte y a su persona. Sería reiterativo y aburrido relatar las múltiples y continuas giras de "Fosforito" por todos los puntos del globo, las numerosas personalidades de la política, del arte, de la ciencia que se interesaron por conocer de cerca su arte, la infinidad de discos que dejaron constancia de sus cantes y que ahí quedan como prueba de la existencia de un cantaor profundo y largo. 

Ricardo Molina dejó escrito: Aunque Fosforito no sea un gitano su cante está dentro de la órbita estilística gitana. Esto es, responde a lo que esencialmente debe ser el cante jondo. Lo que, ante todo, presta su sello a su arte es la patente personalidad que trasciende de cualquier tipo o estilo de cante. Cuanto asimila lo convierte espontáneamente y por virtud propia en cante personalísimo a ningún otro parecido. Dotado de un prodigioso sentido musical, jamás comete un fallo: es, en este aspecto, el cantaor más seguro y aplomado que conozco. Pero la cualidad que más admiro en él es la facultad de engrandecer todo lo que canta. ¿Cómo? Misterio. Al más liviano fandango lo transforma en copla magna y sobrecogedora. Y todas estas peculiaridades se fundan en un cimiento de emoción que transmite al oyente como reguero de pólvora. Es "Fosforito" el más emotivo y apasionado cantaor de hoy. En cuanto a su repertorio es tan vasto que nunca tan bien como en su caso seria acertado emplear el término "enciclopédico", pues abarca tanto los cantes levantinos, desde el difícil taranto, hasta las varias modalidades de malagueñas, como los cantes gaditanos—mirabrás, cantiñas, bulerías— o sevillanos y cordobeses. Sin embargo, como Mairena, su cante supremo son las seguiriyas, soleares y martinetes".

Pertenece a la Sociedad General de Autores de España con el código de socio 5150 desde hace algo más de 50 años, teniendo registradas casi quinientas obras a su nombre, compuestas para su amplia discografía y la de otros interpretes, habiendo sacado al mercado alrededor de 40 discos. 

El 11 de octubre de 2005 en un solemne acto celebrado en el Teatro Municipal Miguel de Cervantes de Málaga, el presidente de la Junta de Andalucía le hizo entrega de la Medalla de Oro del Cante, y el 28 de febrero de 2006 le fue concedida la medalla de Andalucía, en el teatro Maestranza de Sevilla.

“He dado siempre el alma  y el corazón a pedacitos”

Fosforito ríe con la mirada. Ríe, y sueña, y siente con unos ojos que conservan el brillo de una foto que cuelga
en la pared de su casa, mostrando una postura y una elegancia que también sigue conservando. Habla de flamenco, de sus cimientos y la actualidad, con la seguridad de quien ha andado ya un camino y de quien, encima, ha aprendido de él. Antonio Fernández, la elegancia en el cante y en el porte, es la Llave de Oro del Cante.

Hay cosas que Fosforito afirma con seguridad. Una de ellas es que en la historia del cante ha habido“familias de cantaores gitanos y otras que no lo eran”, por lo que “no necesariamente hay que ser gitano”. Pero sí cree que Andalucía es “fundamental” y que “esto es la música absolutamente andaluza y proyectada al universo, porque los degustadores, los aficionados o los interesados en la cultura de Andalucía son muchos, impacta en Japón, en América”. Esto es ahora. Pero recuerda Fosforito que hubo una época en la que “costaba mucho trabajo porque creo que era la falta de medios la que hacía que el cante estuviera muy encerrado en nosotros mismos, y que nosotros mismos no le diéramos el valor que tiene. Lo teníamos tan a la mano que no le hemos dado la importancia que en realidad tiene la música andaluza”, por la que han estado interesados, apunta, músicos como Rimsky-Korsakov, Falla o Debussy.
“Andalucía es muy antigua y muy sabia”, afirma. Y, así, la conversación se encamina a que “si hablamos de que el cante, de los sedimentos que han ido dejando en el crisol del tiempo estas culturas, ahí alguien podría decir: cuando se habla de puro, ¿a qué se refiere usted?”. La pureza. ¿Dónde reside? “Cuando se crean los fundamentos de los estilos, y hay una malagueña, o las soleares, o las seguiriyas, y están los artistas que van separando, que van independizando y creando formas; cuando ya hay unos cantes reconocidos y bien hechos y con unos creadores con nombres y apellidos, y hablamos de seguiriyas de Manuel Torre, o hablamos de soleá de Cádiz o de Enrique El Mellizo, es decir, que ya son cantes reconocidos y hay un canon que los identifica, que los damos como bueno y como bien hecho, lo que está próximo a esa idea está dentro de la pureza que exigimos”. “Cada uno le pone su capacidad expresiva, aporta un color de voz diferente -continúa-, pero las pautas son las pautas, el fundamento tiene que respetarlo porque si no dejarían de ser para ser otra cosa”.

Fosforito con Matilde CoralCon veintipocos años, ganó todos los premios del I Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba. En aquellos tiempos, recuerda, “había que aprender de viva voz, oír cantar a mucha gente, andar muchos caminos como yo he andado”. Porque entonces “quién podía comprar un tocadiscos si vivíamos a salto de mata, por las ferias de ganao, cantando con diez o doce años”. “Fue una época difícil, muy difícil. Y llegar hasta ahora, poder mantenerme y estar ahí ya creo que es un milagro”.Porque, añade, “mi deseo de estar sigue vivo, mi afición sigue ahí latente y estaré cantando mientras me oriente la vida y mientras haya un aficionado que quiera oírme. El flamenco es toda mi vida, es lo que he hecho toda mi vida”.

También es para él una forma de expresarse. “Sí”, dice con un cierto deje de ternura. “Hay días mejores y días peores, porque uno tiene sus goteras con los años”. Pero “el aficionado te entiende, y perdonan porque saben que estás dando el alma, lo das todo, aunque el resultado final no sea todo lo feliz que yo quiero”. Explica que acepta entonces las críticas, “porque están para eso”, pero con una excepción: “Lo que no entiendo es la crueldad de la crítica por desconocimiento, buscar adjetivos negativos dolorosos sólo por el hecho de dañarte, parece que roza lo personal, que no tiene nada que ver con el arte. Hay que ver el momento en el que está, situarse en el contexto.

Muchos saben mucho de cante pero no entienden. Saben, han oído, han leído, pero meterse en la piel del autor es otra historia, es mi sentimiento, mi capacidad, mi dolencia, mi alegría, mi pena. Eso es mío, y el alma es intransferible. Por eso no hay dos cantaores iguales y por eso esto no se hereda”. Mientras habla, a su lado reposa una guitarra que toca cada día. Aprendió cuando llegó a su tierra después de hacer la mili en Cádiz y perdió la voz temporalmente por problemas de salud. Luego apareció en su vida el Concurso de Córdoba. “Como me hacía tanta falta ganarme unas pesetillas me presenté”. Ahora puede decir que “es mucho más fácil para mí decir dónde no he estado. Por eso cuando alguien me
habla de llaves -se refiere a la del Cante- pues mire usted, yo nunca he luchado por una llave, yo he estado siempre dando el alma y el corazón a pedacitos”. “Mi pasión por la guitarra, por la poesía, toda mi vida la he hecho solo”. La conversación gira del pasado al presente. Y en relación a la situación actual del flamenco, Fosforito afirma que “el flamenco tiene una dignidad que no ha tenido nunca, es cierto”. “Hay una herencia en esa gente joven que son los que mantienen la llama viva del flamenco y que no se va a perder en la vida. Además están más preparados, tienen otra
cultura y tienen conciencia de lo que tienen entre las manos. Saben que son depositarios de una herencia que tienen que respetar, lo saben, y eso es lo único que tienen que tener: no perder la afición y el respeto a lo que hacen”.


Actualmente "Fosforito" está retirado de la vida artística, vive en Málaga, y tiene su punto de reunión en el Café Central de esta ciudad, siempre en la misma mesa, siempre dispuesto a charlar de cante... Que así sea por muchos años. 


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