Manuel Jiménez Martínez de Pinillo, "MANUEL VALLEJO"
Manuel Vallejo recibiendo la Llave de Oro del Cante de las manos de Manuel Torre.
Cantó los caracoles, caña y polo. A la hora de deliberar el jurado, estaban las inclinaciones entre Vallejo y Marchena, siendo decisiva en la resolución la opinión de Chacón hacia Vallejo, y sin más comentario le hizo entrega a éste de la Copa en presencia de Ramón Montoya... Chacón le comentaría días más tarde en una de las fiestas que con motivo de la copa tuvieron ambos en Villa Rosa: Te he dao la copa porque la mereces, pero la Vieja -por Marchena- ganará más dinero que tú. Vallejo siempre sintió una gran admiración hacia Chacón, y como recuerdo de él llevaba consigo una foto y los gemelos de oro que le regalara en una fiesta".
Días más tarde fue contratado para cantar en el Circo Price. Durante 1927, actuó en Madrid en los siguientes locales: Teatro Novedades, Circo Parish, Teatro Fuencarral y Cine Madrid. Después de actuar, en 1928, en los teatros Fuencarral y Pavón y en el Cine Pardiñas, sale de Madrid en gira por toda España en compañía de don Antonio Chacón, a quien seguía en cotización económica cobrando quinientas pesetas diarias, con el espectáculo titulado Solemne fiesta andaluza, en el que también actuaban La Niña de los Peines, José Cepero, Guerrita, El Chato de Las Ventas, Bernardo el de los Lobitos, Ramón Montoya, Luis Yance, Manuel Mertell, Manuel Bonet, El Estampío, Frasquillo, Carmen Vargas, La Quica, Carmelita Borbolla, La Gabrielita, El Távalo, Rovira, Lolita Almería, Manolita La Macarena y un grupo llamado Los Seis Gitanillos de la Cava de Triana.
Con Vallejo entró el cante en una nueva estética moderna, y en ese sentido lo captó ya Fernando el de Triana en 1935 cuando dijo: « es sin duda alguna, hoy por hoy, el único y verdadero ruiseñor modemo ». Su voz era excepcional y musical, respondiendo al concepto tradicional de que para cantar lo primero que había que tener era « voz, voz y voz », y eso fue además una necesidad imperiosa de la época, al tener que cantar a voz limpia en teatros y plazas de toros, cuando todavía no se usaba el micrófono.
Vallejo en lo que hemos podido apreciar, fue justo dentro de sus atributos en el uso y abuso de su voz, no excediéndose en recursos facilones para impresionar al auditorio. Sus alargamientos respondían a un sentido artístico y de conocimiento, y esto se capta en la manera de parar la voz en algunos tercios, y en los acentos y giros melódicos de otros. Su voz y su forma de cantar se complementaban además con su gran capacidad del ritmo, de la medida, del compás, del son, y esto tampoco se le escapó a Fernando el de Triana: «y sabéis por qué Manuel Vallejo y la Niña de los Peines son los que mejor cantan? Pues porque son los que mejor hace 'son", requisito indispensable para cantar bien ».. Si a su voz y a su son, le añadimos su poder de transmisión emocional, tenemos ya al cantaor completo en cuanto a condiciones expresivas y sonoras. Pero además como complemento, vino el conocimiento y la maestría. Es decir, saber aprender y saber enseñar, y en medio la adaptación, la transformación y la implantación personal.
Vallejo en la bulería lo fue todo. No solo se limitó a cantarla excepcionalmente, sino que la dio vida artística, categoría y la impuso definitivamente como un estilo más a considerar. Posiblemente el último y más moderno estilo de características netamente flamencas. Seleccionando opciones, hemos visto que hay una gran coincidencia de flamencólogos, aficionados y artistas, que proclaman la genialidad de Vallejo en su insuperable compás y en su interpretación de la bulería, como la mejor. Aquí queremos hacer dos precisiones. Una, que hay cantaores que cantan muy bien a compás, pero no saben cuadrar con la guitarra los tiempos musicales, y esto se da entre grandes cantaores que pasan por maestros de la bulería, cosa que a Vallejo no le ocurría. Y segunda, particularmente sólo se me ocurre por este palo poner a la Niña de los Peines a la misma altura interpretativa que Manuel Vallejo.
A todo este material, supo darle Vallejo una gran variación melódica desde otros sonidos artísticos, respetando en adaptaciones, músicas de siguiriyas, cantiñas, fandangos... hasta llegar a adaptaciones más completas de villancicos, campanilleros, pregones (El Frutero, El manisero) , tangos argentinos y cuplés. Y toda esta riqueza melódica la expresó como pocos, con originalidad, con alegría, con una fuerza y un brío característico, con una dificultosa velocidad y una vocalización perfecta a pesar de los contratiempos rítmicos, sin abusos de trabalenguas ni de otros recursos expresivos.
Las grabaciones de Vallejo son las primeras que se caracterizan por el ambiente festero que en ellas se transmite, tanto en jaleos como en acompañamientos de palmas. En su Nochebuena (1928) aparece también un coro. Así abrió Vallejo la puerta para los demás artistas que tenían un claro domino de los cantes festeros.
Después seguirían el pregón cubano El manisero, el tango argentino Canto por no l/oral; El huerlanito, y ya coincidiendo con el nacimiento popular de. la canción de tipo andaluz, iniciado por Conchita Piquer, Anita Sevilla, Lola Cabello, Estrellita Castro, Pilar Arcos, Rosarlllo de Triana, e Imperio Argentina, grabo Vallejo entre otras canciones Manolo Reyes, Curro Molina, María Trifulca La Castañera, María Magdalena, El frutero y la famosa María de la O.
Más de setenta fandangos registra la discografía de Vallejo. Desde verdiales hasta fandangos de Huelva, incluyendo unos fandangos extremeños, alosneros, de Lucena y otras variaciones regionales. Todo un material primitivo y clásico, que le llevaron a configurar su primer fandango personal, dentro del aire sencillo y airoso que había divulgado inicialmente Rafael Pareja. Este bosquejo lo convirtió en definitivo en 1927, al cuadrarlo dentro del acompañamiento guitarrístico que había popularizado el Niño Ricardo, de fandango por soleá, con unos tercios finales sencillos y recogidos melódicamente.
Aunque implantó esta modalidad de fandango por soleá, que solía grabar a compás de palmas, siguió, coincidiendo con esa fase creativa de 1928, en una búsqueda más exigente, hasta conseguir plenamente su definición fandangueril, en un fandango rápido, seguro, son titubeos, imponiéndolo y consolidándolo frente a los grandes fandangueros de la época. Es el fandango que data de mayo de 1929 y corresponde a las letras Ni Carmela ni Pilar; El quinto mandamiento... por citar algunas de las más populares. Y es lógico que así lo hiciera, para competir con tanto impulso creador como se dio en el fandango, donde había un claro predominio de facultades, y donde Vallejo por su situación artística no podía perder sitio. Y así lo proclamó en un alarde interpretativo:
"Lo más difícil del mundo
se estudia y se aprende bien
pero cantar mi fandango
eso no lo puede hacer
ni aquél que nazca cantando"
La siguiriya es uno de los cantes que más va unido al nombre de Vallejo. Escuchando sus numerosas grabaciones, se aprecia enseguida la gran cultura siguiriyera que tenía. La siguiriya no fue algo premeditado para cautivar a los auditorios. Era un cante que él sentía y vivía como cosa propia, Fue un tema que siempre le gustaba cantar a los públicos, formando parte de su repertorio habitual. El, La Niña de los Peines, Chacón, Manuel Torres y otros muchos demostraton que no es cierto que en aquella época no se cantase por siguiriyas.
Fernando el de Triana dijo que por siguiriyas era «muy justo y efectista». Y que cuando «el gran Vallejo, la genial Niña de los Peines o el estilista Mazaco se agarran con bríos a cantar por siguiriyas, suenan los aplausos con otro temperamento».
En las siguiriyas de Vallejo se ve, como en la mayoría de sus cantes, que sus preferencias cantaoras van dirigidas hacia el cante de Cádiz, Los Puertos y sobre todo Jerez. Su manera cantaora tiene una consistente base clásica. Su forma de templarse y de llevar los cantes, ligeros, sostenidos melódicamente y ligados, denotan una influencia chaconiana como modelo interpretativo, inclusive cuando hace cantes divulgados por Manuel Torres. Pero el verdadero acierto siguiriyero de Manuel Vallejo fue encontrar unos modelos musicales que desarrollados por él con sus grandes facultades, no exentas a veces de grandilocuencia y espectacularidad, le llevaron a fijar una interpretación tan popular, que ha quedado en el recuerdo de la afición y de los numerosos cantaores que los han utilizado, como cantes de Vallejo.
Esta escuela jerezana transformada por él, parte de dos grandes creadores, Manuel Molina y El Loco Mateo, y para su conexión tuvo un conocimiento de primera mano, nada menos que a través del famoso Carita, competidor del Chato de Jerez y discípulos ambos del Loco Mateo. Y es que Manuel Caro Cuellar "Carita", que fue al decir de Fernando el de Triana «el de la voz dulce del siglo XIX y el mejor imitador de los grandes colosos Manuel Molina y El Loco Mateo», influyó decisivamente en su tocayo Manuel, antes de morirse (alrededor de 1917), cuando vivía en la sevillana calle de San Eloy.
De gran contenido histórico es la grabación, en la que Manuel canta la famosa siguiriya Reniego, de los Caganchos. La grabación data de 1932, y es la primera versión que se grabó, anterior a la de Tomás Pavón. Aquí la interpretación de Vallejo se atiene a los cánones, manteniendo las cadencias puras trianeras, que sin llegar a la versión rancia de Pepe el de la Matrona, sigue las pautas tradicionales, rotas posteriormente en un alarde interpretativo por el genial Tomás Pavón.
Saetas
Desde que Manuel Centeno salió a cantar saetas a los balcones del Club Belmonte, la saeta en Sevilla adquirió un protagonismo espectacular en la Semana Santa, a través de la competencia y expectación de los cantaores profesionales, entre los que hay que destacar, según la prensa de los años veinte, a la Niña de la Alfalfa, al Niño Gloria, a la Niña de los Peines, a la Niña de las Saetas más conocida por la Finito, y al insustituible Manuel Vallejo.
Para él la saeta fue algo muy unido a su vida artística y personal, llegando a componer las letras de muchas de las que cantó. Fue fiel a su promesa de cantarle cada año al Cristo del Gran Poder, y en la historia de la Semana Santa protagonizó hechos inolvidable, como cuando en 1926 atendiendo la súplica de los presos de la cárcel de Sevilla, en el viejo establecimiento del Pópulo cantó a la Virgen de la Esperanza, o cuando en 1932, al estar prohibidas las procesiones, escenificó en el teatro del Duque la salida del Gran Poder cantando varias saetas. Y todavía está en el recuerdo de Sevilla, la saeta que cantó al año siguiente:
"Descubrirse, hermanos míos
vamos a hincarnos de rodillas
que ahí dentro está el Gran Poder
honra y gloria de Sevilla
que no nos lo dejan ve!".
Otros cantes
Y ya que hemos tocado los cantes de Levante, y como contraste a su media granaína, diremos que también fue un cultivador permanente de la taranta. Ya en 1922, Manuel Centeno grabó una «taranta de Va/lejo». En ese cante a penas se salió de las modalidades clásicas. Sin escuela definida siguió la línea chaconiana, pero con cadencias puras en una serie de cantes que nos rememora aires almerienses, murcianos y jienenses. Nos parece muy acertada su actitud artística controlada, sin dejarse llevar, como pueden sospechar de efectos comerciales, que podría haber aplicado perfectamente en este cante. Y frente al barroquismo melódico del Niño de Marchena, nos dejó la sencillez melódica y maravillosa de varias tarantas
Si variado fue su repertorio por soleares, por alegrías cultivó en varias grabaciones una modalidad de alegrías para bailar, que no eran habituales en aquella época. Musicalmente son clásicas en su melodía, pero con un aire muy ligero y un dinamismo que no hemos oído frecuentemente, a excepción de El Gloria. Pastora las hacía con un lloro especial. Más modernamente las interpretaron algunos cantaores de Cádiz.
Siguiendo la corriente de su época, Vallejo también cultivó los cantes hispanoamericanos, llamados de ida y vuelta, pero con un acento más original y más cercano a las raíces. Un repertorio, al menos el que ha dejado grabado, distinto a los que se venían realizando habitualmente. Su milonga es la auténtica de Pepa de Oro, en la adaptación flamenca que hizo esta cantaora. La vidalita refleja un sabor auténtico, más cerca del tango argentino que de las versiones flamencas. Y también tuvo la originalidad, de meter por bulerías el tango argentino. !
Y así bajo el signo de la originalidad, del conocimiento de la interpretación y de la personalidad creadora pasó por los cantes, dejando su escuela, uno de los más grandes artistas que ha dado el flamenco en toda su historia: Manuel Vallejo.
En 1991, con motivo del centenario de su nacimiento en Sevilla, ya iniciativa de la Peña Torres Macarena y de su presidente Manuel Centeno, se hicieron una serie de actos y publicaciones que sirvieron para reivindicar públicamente su arte. Y al que hoy contribuimos con la edición de estas grabaciones históricas.